24.4.10

El jamón

Javier miraba anonadado, no daba crédito a sus ojos. Se dio la vuelta sobre sus talones y enfiló el pasillo, al final, Adela se quitaba la ropa.

- ¿Me quieres decir como ha acabado el jamón en el cubo de la basura?
- Pues muy fácil, he llegado, lo he visto seco, sequísimo y...
- ¿Desde cuándo sabes tú algo de jamones? Pero si nunca te acercas a él parece que te da calambre y ahora vas y metes las narices solo para tirarlo, pero tú estás loca.
- El que parece loco eres tú, el jamón estaba seco, yo al menos no me lo comería .
- Vaya ya salió la exquisita, la señora ricachona, pues que te enteres que de ese jamón que has tirado en mi casa se sacan aún muchas raciones, que hay mucha hambre en el mundo.
- Sí claro, habló el pobre, el indigente, unos agarraos, eso es lo que sois en tu casa, que apurais el jamón hasta el hueso o que te crees, si algún día allí sentada en la la mesa camilla con tu madre temía que me pusiesen una ración tuétano, por Dios, si no se puede apurar tanto, si daba pena ver al pobrecito de tu padre rasca que rasca y tu madre – Antonio apura que aún se le sacan buenas lonchas – sí, sí buenas lonchas, virutas y a veces de hueso.
- Bueno, vale ya de meterte con mi madre que acabamos de enterrarla como aquel que dice, además ella lo hacía todo por ahorrar un duro y ahora, pobrecita, en dos días se nos ha ido.
- Sí, sí, vale, pobrecita, si yo en el fondo la quería, pero es que las cosas son como son y lo que es verdad es verdad. Por cierto, antes no me has dejado terminar, te decía que he visto el jamón seco, sequísimo y he llamado a tu padre para que se pasase por aquí a apurarle, como siempre y ¿sabes lo que me ha dicho? Que estaba harto de virutas de jamón y que si estaba seco que lo tirase que eso mismo iba a hacer con el suyo y que después vendría a traernos otro, pero eso sí, a partir de ahora del bueno, bueno, bueno.

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