Reverbera la luz del sol.
Con delicadeza extrema
jalbega,
unta la tierra,
el viento siega espigas doradas
ancladas en el tiempo remoto del hambre y la lluvia
y las pone a los pies de los
dioses
iracundos, caprichosos. Ancestrales.
Como niños consentidos.
Hiere mis ojos vacíos
de cuencas arrasadas
por la luz del flexo
y viene a posarse en mi mano O arrastrando el aliento del nuevo día...
...amanece.
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